sábado, 28 de junio de 2008

El antifrizz no funciona


Soy de la generación que en su infancia padeció los rulos. Esos ingratos que no sólo eran mal vistos sino que eran duros para someterse a trenza, colita y/o rodete: los peinados obligados de la escuela primaria.
Cuando era chica mi madre los mareaba de este a oeste con un método de tortura llamado “la toca”, de esa manera me alisaba los rulos y de paso me acomodaba las meninges.

Después vino la adolescencia y la juventud, y a Dios gracias los rulos empezaron a estar de moda.
Lástima que el único corte de pelo con el que mis queridos rizos se quedaban más o menos en el molde era el corte carré.
Carré corto, carré largo, siempre era el mismo corte. Lo usé así durante aaaaaaños, hasta el punto de creer que siempre mi cabeza exhibiría un modelo triangular tipo campana de iglesia.

Hace casi dos años me cansé y empecé a dejarme crecer el pelo. Ahora mis rulos están largos pero se encogen tanto que hasta parecen rastas.
Y es como un tango, una triste espera de tiempos mejores en los que el peluquero me dirá “ahora sí podemos elegir otro corte”.
Pero creo que no llego, que me pudrí en el medio, y que esta semana voy a la peluquería y le digo: - ¡Ma sí, haceme un corte carré y listo!!

Hasta tanto denuncio que con lo que he gastado durante todo este tiempo en: gel, biodop, savia/barro vegetal, mousse, aceite de almendras, cera para modelar y crema para peinar, tranquilamente me podría haber hecho un trasplante capilar de pelo lacio y llovido.

lunes, 9 de junio de 2008

Bancate ese defecto


Había una vieja publicidad que decía: “Un buen nombre es lo mejor que uno puede tener”, pero el aviso hacía caso omiso de la segunda parte de la reflexión que es que un mal nombre sino es lo peor, le pasa cerca.

Así y todo hay gente que es capaz de sobreponerse a todo. ¿Cómo? Con mucha actitud y haciendo frente a lo que venga, mostrando, exhibiendo incluso lo que otros ocultarían.

Así es la gente de Verga Hermanos, legendaria empresa de mudanzas de mi querido barrio de Almagro. Sus camiones, algunos monumentales, exhiben en grandes letras el apellido familiar sin más ni menos.

Lo mejor de todo es que no es de ahora, los muchachos tienen la mudadora y guardamuebles desde hace 107 años!!!
Así que no hablamos de uno o dos familiares, sino de generaciones de orgullosos Vergas desplegando su nombre a lo largo y a lo ancho de la ciudad y el país.
Son gente que ha ido a la escuela, algún club, que tienen amigos, conocidos y por qué no esposas y maridos.

Con respecto a este tema puntual hace poco una fuente fidedigna, me comentó que una de las hijas llamada Susana, estaba casada con un conocido empresario rosarino cuyo apellido es De Potro.
De manera que el nombre completo de esta chica había quedado como Susana Verga De Potro.
Un nombre que es un verdadero canto a la vitalidad y a la grandeza.

Yo por mi parte, cada vez que paso por la puerta, lo que es muy seguido porque vivo cerca, me veo tentada de tocarles el timbre y humildemente regalarles un eslogan.
Sería para mí un verdadero orgullo que lo usen y lo pinten en sus camiones.

Quedaría algo así como:
Verga hnos.
Más de un siglo llevando cualquier poronga con cuidado y dedicación

domingo, 1 de junio de 2008

Ser y estar no es lo mismo


No es que me hayan venido unas súbitas ganas de volcarme a la filosofía, el tema es mucho más simple.

Hay pruebas irrefutables de que estoy gorda, no con unos kilitos de más, no con sobrepeso: gorda.

Pero sucede que me resulta muy difícil asumirlo, a pesar de sentir las limitaciones que supone llevar más peso del que mi cuerpo tiene destinado. Puede parecer una locura pero la flaca que hubo en mí se apodera de mi imagen corporal aunque la balanza, la ropa y mi médico digan lo contrario.

Durante mucho tiempo fui flaca y se ve que me quedé ahí, en ese tiempo y con esa imagen.
Todo empezó con un trastorno hormonal, o sea que ni siquiera es que me morfo la vida. Por lo cual asumir que mi cuerpo no entendía de lógicas me desconcertó bastante, porque… cómo se explica que cuando comía bastante era flaca y cuando me cuidaba seguía gorda.

Una vez fui a un grupo de Alco y lo disolví. Al principio nos encontrábamos en el grupo y después nos íbamos a tomar un café y a seguir charlando, un día se hizo medio tarde y pedimos algo de comer. No pasaron dos semanas en las que al grupo iban sólo dos y el resto nos encontrábamos más tarde para cenar. Sí, lo confieso, soy un desastre para la comunidad obesa. Vengo a ser como la contracara de Andrea Politti.

A modo de ejemplo enumero algunas de las excusas que me decía:
Al principio: - “No estoy engordando, son estos guachos de la industria textil que están achicando los talles”
Al medio: - “Después de todo no está tan mal, porque dentro de todo, engordo parejo”
Al final: - “No soy gorda, estoy gorda, aunque todo es un tema de proporciones, porque la verdad es que me quedé petisa, ¿o no? Yo creo que si midiera dos metros ochenta mi índice de masa corporal daría igual al de Dolores Barreiro”

Así que estoy en problemas, tengo un estado de conciencia alterada. Voy por la vida actuando como flaca, en consecuencia alguna gente no me ve tan gorda, en consecuencia yo tampoco y así estoy… sumergida en un círculo vicioso de engañosas percepciones, como toda percepción.