jueves, 21 de agosto de 2008

Cortocicuitos

No es que sea disléxica ni nada, pero a veces se me produce o un congestionamiento en la silla turca o bien un cortocicuito en la sinapsis cerebral que hace que confunda unas palabras con otras.

No es gran cosa, pero es molesto.
Por ejemplo siempre me confundo Sanchez de Bustamante con Tomás de Anchorena, suerte para mí que son calles que no quedan muy lejos entre sí, aunque últimamente le encaro derecho a Agüero cosa de partir la diferencia.

Lástima que hay veces que no soy la única en enterarse de mi problema y se producen situaciones equívocas como las siguientes.

Yo entrando a una de esas mueblerías de barrio. – Estoy buscando una mesa ratonera que no sea muy ancha.
Vendedor: - Mirá, yo te puedo vender una mesa ratona, ahora lo que vos hagas con la mesa es cosa tuya.

Yo llamando a la pizzería con el volante en la mano le pregunto al gallego que me atiende:
– ¿ Tenés calzón?
Del otro lado escucho un silencio incómodo y hasta puedo imaginar el gesto de levantar la cintura del pantalón para verificar la información que yo le estaba pidiendo. Vuelvo la mirada al volante y corrijo rápidamente – ¿Te decía si te quedó del calzone napolitano ?

Yo en “Todo Goma” averiguando por unos materiales para hacerles una colchoneta de juegos a los chicos, en un momento le digo al vendedor: - ¡ Ah y dame también una cucheta grande !
Cara absorta del muchacho que si bien vende artículos muy disímiles nunca una cama de goma, al ver dónde se dirige mi mirada me entrega una trincheta amarilla como quién piensa para sí: ¡Pobre chica!

Y así voy por la vida.
Riéndome de los que se jactan de llamar al pan, pan y al vino, vino.