sábado, 27 de junio de 2009

Manteniéndose vivo

Es de noche, serán más o menos las diez y media.
Los chicos ya están dormidos.
Es invierno y hace frío, salimos son Silvi a la terraza a fumar un Gold Leaf abrigadas como para ir al Polo.

Es nuestro momento. A veces continuamos alguna de las miles de conversaciones que han quedado truncas durante el día, a veces simplemente nos acodamos sobre la baranda en silencio, mirando las calles vacías y los autos que veloces siempre parecen a punto de chocar.
En silencio es una forma de decir, porque después de tanto tiempo juntas - en octubre ya van a ser diecisiete - nos intuimos hasta los diálogos mentales.

Por lo general siempre se cuela alguna anécdota de los chicos; Abril abrazando y dándole besos a la heladera porque le da jugo, Santi que gracias a un Baby Einstein trucho que no vino en español, ahora a la cocina le dice “kitchen” y a los autos “cars” y Jazmín, que ya se sube sola a la silla de comer trepándose como un equilibrista del Cirque du Soleil.

De las sonrisas a la risa hay un paso, y de la carcajada al silencio, otro paso pequeño. Aunque hay silencios y silencios y este lo que susurra son pensamientos que se muerden la cola, cuentas, vencimientos, incertidumbres varias.
Un silencio que quiebro preguntando en voz alta: - ¿Y cómo vamos a hacer?

La respuesta llega instantáneamente: nueve pisos abajo, en la calle, dos cartoneros van cargando un carro y levantando lo que pueden, comparten un pucho, se ríen y para compensar este frío que hiela los huesos vienen cantando fuerte.

En el medio del silencio de la noche, los escuchamos cantar en perfecta fonética:

Ah, ha, ha, ha, stayin alive, stayin alive.Ah, ha, ha, ha, stayin alive.